CONSECUENCIAS DE PREDICAR LA VERDAD

Buenos y malos predicadores

La predicación del evangelio provoca pasiones en los hombres. Unos lo abrazan con fuerza. Otros lo rechazan con vehemencia, lo desprecian y lo atacan, porque les incomoda.

Muchas veces los mensajeros, o predicadores, no soportan tales hostilidades. Otros simplemente no quieren tener conflictos o solo desean complacer a sus oyentes con fines lucrativos. Al final todos estos terminan ajustando el mensaje al gusto de los hombres, sin importarles que eso desagrada a Dios.

El apóstol Pablo, como predicador fiel del evangelio, sufrió las consecuencias de enseñar la verdad. Su ministerio fue atacado muchas veces. En las iglesias de Galicia, los judaizantes lo acusaron de enseñar mandamientos de hombres (mentiras, inventos humanos). Por eso en la carta a los Gálatas los confronta de la siguiente manera:

“Entonces, ¿busco ganarme la aprobación humana o la de Dios? ¿Piensan que procuro agradar a los demás? Si yo buscara agradar a otros, no sería siervo de Cristo”(Gálatas 1:10).

De esta forma deja claro que su objetivo no es agradar a los hombres. Así mismo deben actuar todos los que predican el evangelio o se hacen llamar pastores.  Su interés debe ser agradar a Dios, aunque le acarre conflictos y la enemistad de muchos.

¡Cuán equivocados están aquellos que suavizan, maquillan y disfrazan el mensaje del evangelio al gusto de las personas! A estos Pablo les dice que han dejado de ser Siervos de Cristo. Por consiguiente, se han hecho siervos de satanás.

Mi estimado lector debes tener cuidado, porque en esta época hay muchos servidores del diablo predicando un falso evangelio. Por favor, huye de tales predicadores y de iglesias donde Cristo no sea el centro de la predicación, donde el Hijo de Dios y su obra no sean exaltados como el único medio para ir al Padre.

Huye de lugares donde no te confronten con tu pecado ni te inviten a reconciliarte con el Padre por medio de Jesús.

Huye de congregaciones que enfaticen en las obras de misericordia para ir al cielo. Porque para entrar en el reino celestial no necesitas obras, solo necesitas a Cristo.

Huye de iglesias en las que hablen de dinero y de la necesidad de pactos y primicias para recibir el favor de Dios, porque te mienten. El favor de Dios es un regalo inmerecido que reciben aquellos a quienes Él se complace en darlo.

Corre lo más lejos que puedas de todas esas malas enseñanzas. Estudia la Biblia con seriedad, porque ella te dará luz y pon tus ojos en Cristo y su obra en la cruz.