¡NO SEAS COBARDE!

El pecado de la cobardía

Edward Andrés Díaz Reina

Muchas veces nuestra cobardía o el miedo a increpar al otro, nos lleva a callar la verdad, un pecado terrible en el que todos, sin importar nuestra posición, caemos. Eso le pasó al Apóstol Pedro:

“Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar.  Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión.  Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aún Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?”

(Gálatas 2: 11- 14).

A pesar de lo que muchos consideran. A la biblia no le interesa resguardar el buen nombre de los grandes hombres de Fe. De todos ellos menciona virtudes y faltas. El apóstol Pedro es ejemplo de ello.  Los evangelios hablan de su pecado al negar al Señor, y en este pasaje Pablo nos cuenta de otra terrible Caída.

Por el temor a enfrentar o provocar una gran disputa con los enviados de Jacobo, el hermano del Señor, Pedro cayó en el error de apartarse de los cristianos gentiles (no judíos) de la iglesia de Antioquía.

Pero el remedio resultó peor que la enfermedad. Porque con su actitud el apóstol estuvo a punto de provocar una división en la iglesia de Antioquía.

Antes que llegaron los enviados de Jacobo, los judíos cristianos y los gentiles convertidos a Cristo tenían plena comunión. Incluso Pedro participaba de ello al compartir la mesa con todos.

Pero los enviados por Jacobo tenían problemas para entender que gracias a Jesús nuestras obras ya no son necesarias para la salvación. Tampoco comprendían que las leyes de Moisés, las cuales dictaban qué alimentos se debían comer y cuáles no (Levítico 11), junto con toda la etiqueta que se seguía en la mesa; ya no eran necesarias porque todas aquellas leyes se establecieron hasta el Mesías. Venido Cristo, ya no son requeridas.

Estas leyes también orientaban que judíos y gentiles no podían tener comunión.

Los judíos de la iglesia de Antioquía entendían la libertad que tenían de la Ley, por eso no tenían problema en tener comunión con los gentiles y sentarse a la mesa con ellos sin seguir las normas de Moisés.

Cuando llegaron los enviados de Jacobo, Pedro, en aras de preservar la paz, se alejó de la comunión de los gentiles, provocando que los judíos de Antioquía y Bernabé hicieran lo mismo, causando un pequeño cisma o división.

Pero no solo eso, Pedro y Bernabé, que eran líderes notables en Antioquía, generaron confusión y enviaron un mensaje equivocado. Sin querer, con su actitud estaban diciendo que para estar en plena comunión con Dios y con los miembros de la iglesia era necesario cumplir las leyes de Moisés, lo cual es una herejía.

Mi estimado lector, para estar en comunión con Dios no necesitas hacer obras ni seguir las leyes de Moisés. Solo necesitas a Cristo crucificado. (Romanos 5:10)

Ante la magnitud de lo que estaba pasando, el apóstol Pablo tuvo que intervenir y enfrentar públicamente a Pedro. Solo así se podía frenar la expansión de la herejía, garantizar la comunión entre los cristianos y preservar la pureza de la doctrina. 

Mi estimado lector no permitas que la libertad que los creyentes tenemos en Jesús sea socavada por aquellos que pretenden someternos a las obras o a las leyes de Moisés para ser salvos.

Tampoco permitas que la cobardía se apodere de ti, como pasó con el apóstol Pedro, defiende y predica la verdad del evangelio sin importar las consecuencias.

Edward Andrés Díaz Reina
Comunicador Social y periodista
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