La Democracia desde la Mirada de los Jóvenes: ¿Un Ideal o una Realidad?

El Punto de Vista de los Jóvenes en Colombia

Dahian García Covaleda/ Consejera M/Pal de Juventudes

Colombia, un país con una historia cargada de luchas sociales, violencia política y una democracia que ha sido probada una y otra vez, se enfrenta hoy a una de sus más grandes inquietudes: el futuro político que construirán las generaciones más jóvenes. Los jóvenes colombianos, en su mayoría nacidos después de la era del conflicto armado más profundo, tienen una visión única de la democracia que está marcada por un sentimiento de desconfianza, de esperanza, pero también de necesidad urgente de cambio.

La democracia en Colombia no es un concepto ajeno para los jóvenes, pero está lejos de ser un modelo perfecto. En un país con altos índices de desigualdad social, violencia, corrupción y un sistema político que parece no responder a las demandas de las nuevas generaciones, muchos jóvenes ven la democracia con una mezcla de escepticismo y anhelo. El sistema representativo y las instituciones tradicionales no parecen haber sido suficientes para garantizarles una vida digna, libre de violencia, con acceso a la educación y a las oportunidades que se les prometieron.

Desconfianza en las instituciones

Para los jóvenes colombianos, la democracia está en crisis. Es imposible hablar de democracia sin hablar de la corrupción y la falta de transparencia en el país. Durante años, la clase política ha sido acusada de desviar recursos públicos, de mantener prácticas clientelistas y de entorpecer cualquier tipo de progreso real. Muchos jóvenes se sienten abandonados por un sistema que, a pesar de ser democrático en su estructura, no responde a sus intereses ni a sus necesidades.

La falta de confianza en las instituciones es evidente. La reciente ola de protestas que sacudió al país en 2019 y 2021, con movilizaciones masivas lideradas por estudiantes, trabajadores y organizaciones juveniles, reflejó claramente el hartazgo de una juventud que, por años, ha intentado ser escuchada sin encontrar respuestas. Estos movimientos, que pedían desde mejores condiciones educativas hasta una reforma al sistema de salud, no fueron respondidos de manera satisfactoria por parte del gobierno central. En lugar de fomentar el diálogo, muchos líderes políticos optaron por criminalizar las protestas y estigmatizar a los manifestantes como “vándalos” o “terroristas”, lo que aumentó aún más la brecha entre los jóvenes y el poder político.

¿Un cambio posible?

Sin embargo, no todo es desencanto. La juventud colombiana tiene una capacidad de organización y movilización que ha demostrado ser imparable. A pesar de las dificultades, los jóvenes se han involucrado en la política de una manera más activa, no solo como votantes, sino como líderes en movimientos sociales, en ONGs y en plataformas políticas alternativas.

Lo más interesante es que no se trata solo de una tendencia hacia la izquierda o la derecha, sino de un cambio hacia una política que busque realmente atender las necesidades de la mayoría, una política que incorpore la diversidad de pensamientos, orígenes y luchas de la juventud colombiana. Los jóvenes no están buscando solo una opción política, están buscando un sistema que los represente, que los escuche y, sobre todo, que no los ignore como lo han hecho tantas veces.

La lucha por la paz y la justicia social

Para muchos, la paz debe ir de la mano con la justicia social, una que les permita vivir sin miedo, con acceso a la educación, la salud y oportunidades laborales dignas. La lucha contra la violencia de género y la discriminación son otras de las causas que mueven a los jóvenes en Colombia. Ellos exigen un país donde la democracia no sea solo un modelo institucional, sino un verdadero reflejo de una sociedad justa, equitativa y en paz.

La democracia colombiana, vista desde los ojos de los jóvenes, es un reflejo de las contradicciones del país: por un lado, un sistema que permite la participación, pero que no garantiza la justicia; por otro, un país lleno de potencial, pero sumido en viejos vicios políticos que no permiten avanzar hacia una verdadera transformación.

A pesar de los obstáculos, los jóvenes colombianos siguen siendo una fuerza clave para el cambio. Su desconfianza en las instituciones tradicionales se ve compensada por una voluntad inquebrantable de transformar el país. La democracia no debe ser solo un proceso electoral; debe ser una herramienta viva de participación, justicia y equidad.

El reto para Colombia es claro: escuchar a su juventud, darle las herramientas para que forme parte activa de la toma de decisiones y, sobre todo, crear un sistema político que realmente los represente. Los jóvenes no solo quieren votar, quieren ser escuchados y, sobre todo, quieren ver los cambios que se prometen en las urnas, reflejados en las calles, en sus hogares, en su educación, en su trabajo y, lo más importante, en su futuro…