Al Final tuve que aceptar.

“Dios me enseñó a abrazar al que me necesita, me enseñó a encontrarlo en un atardecer, en lo cristalino de una pequeña quebrada, en la lluvia, y en el desierto”.

Por. José Álvaro Cardozo Salas.

Estamos pasando estas fechas de fin de año que no pasan en vano en cuanto a las reflexiones propias, los mea culpa que no dejan de resonar en la cabeza y los propósitos para un nuevo año que comienza, llegó a mis manos una reflexión sobre eso, y aquí se las comparto. Tuve que aceptar que mi cuerpo no sería inmortal, que el envejecería y un día se acabaría. Que estamos hechos de recuerdos y olvidos, deseos, memorias, residuos, ruidos, susurros, silencios, días y noches, pequeñas historias y sutiles detalles. Tuve que aceptar que todo es pasajero y transitorio. Y tuve que aceptar que vine al mundo para hacer algo por el, para tratar de dar lo mejor de mí, para dejar rastros positivos de mis pasos antes de partir. Tuve que aceptar que mis padres no durarían para siempre y que mis hijos poco a poco escogerían su camino y seguirían ese camino sin mí. Y los más duro tuve que aceptar que ellos no eran míos, como lo suponía, y que la libertad de ir y venir, es también un derecho suyo. Tuve que aceptar que todos mis bienes me fueron confiados en préstamo. Tuve que aceptar que barrer mi acera todos los días no me daba garantía de que era propiedad mía, y que barrerla con tanta constancia solo era una fútil ilusión de poseerla. Tuve que aceptar que lo que llamaba mi casa era solo un techo temporal, que un día más, un día menos, sería el abrigo terrenal de otra familia. Tuve que aceptar que los animales que quiero, y los árboles que plante, mis flores y mis aves, eran mortales. Ellos no me pertenecían. Fue difícil, pero tuve que aceptarlo. Tuve que aceptar mis fragilidades, mis limitaciones, y mi condición de ser mortal, de ser efímero, pasajero, esto me hizo reflexionar y aceptar y así alcanzar la paz tan soñada.

Se que la tarea no es fácil, hoy te invito no solo hacer un alto en el camino, que es necesario hacer, como cuando subía a la montaña en mi juventud, una vez nos perdimos, y penosamente nos tocó regresar para buscar la senda y poder llegar a nuestro destino, no importa donde estes, o que hayas hecho de bien o mal, lo que importa es tomar conciencia que hay un Dios que nos ama, con locura, con la ternura de un padre y que lo mejor es que quiere las cosas buenas para nuestra vida, es el mismo creador de esta obra magistral llamada tierra, del mismo paraíso, o cielo, o Edén, como quieras llamarlo, está presente siempre, la verdad nosotros mismos nos enredamos en las decesiones pero aun así esta para consolarnos y ayudarnos. Animó mis amigos un cielo nos espera, feliz inicio de año que los propósitos encomendados se cumplan con la voluntad de Dios.