Comenzaste por el Espíritu y vas a terminar por la carne?

Una reflexión sobre la verdadera naturaleza de la salvación según el evangelio de Jesucristo

Edwar Diaz

A lo largo de sus cartas, el apóstol Pablo advierte con firmeza y amor a las iglesias sobre los peligros de desviarse del evangelio de Cristo. En su epístola a los Gálatas, dirige una exhortación urgente a quienes, habiendo conocido la verdad del evangelio, estaban cayendo en el error de creer que la salvación podía completarse mediante obras humanas. Este mensaje, aunque escrito hace siglos, sigue siendo relevante hoy para todo aquel que ha comenzado su camino de fe por la obra del Espíritu y corre el riesgo de desviarse hacia la confianza en los méritos propios.

“¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?” Gálatas 3:

Con esta contundente pregunta, el apóstol Pablo llama a los creyentes de Galacia a reflexionar. Ellos no estaban analizando sus acciones a la luz del evangelio que ya les había sido enseñado con claridad, como Pablo lo expresa en Gálatas 3:1. Muchos estaban cayendo en el grave error de pensar que para ser salvos debían recibir a Cristo como Salvador y realizar obras de justicia.

Sin embargo, el evangelio de Jesucristo crucificado enseña de forma categórica que la salvación no se obtiene por obras. La salvación es un regalo de Dios, dado por medio de Jesucristo, y se recibe al escuchar la predicación del evangelio (Efesios 2:8; Romanos 10:17).

La Palabra de Dios es viva y eficaz (Hebreos 4:12). Es tan poderosa que transforma el corazón del elegido por Dios cuando la escucha. Lo que ocurrió con Lidia en Hechos 16 es un ejemplo claro: al oír el evangelio, el Espíritu Santo tocó su corazón, permitiéndole entender el mensaje, creer y ser salva.

Esta ha sido la experiencia de todos los creyentes, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Las obras, por sí mismas, no tienen ningún poder para salvar. Como he dicho en otras ocasiones, las obras son la evidencia de la salvación, no la causa de ella.

Por tanto, los gálatas no estaban actuando con sensatez al considerar que las obras eran necesarias para alcanzar la salvación. Por eso Pablo los confronta con una pregunta directa y poderosa:
 “¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?”

Cuando Pablo habla de comenzar por el Espíritu, se refiere al derramamiento del Espíritu Santo que ocurrió en las iglesias de Galacia cuando escucharon la predicación del evangelio. Ellos no recibieron el Espíritu por hacer obras, sino por oír la Palabra de Dios (Romanos 10:17). Esa verdad debía llevarlos a la conclusión de que las obras no contribuyen en nada a la salvación, porque esta es completamente una obra de Dios, realizada a través de Cristo crucificado.

Atribuir poder salvífico a las obras es un pecado grave. Es una forma de robarle la gloria a Dios y lleva al alma a la condenación. Por eso Pablo insiste:
 “¿Vais a acabar por la carne?”

En este contexto, la palabra “carne” representa las obras humanas y la condenación eterna. Las iglesias de Galacia comenzaron bien: Dios había respaldado la predicación de Pablo con el poder de su Espíritu. Pero al actuar sin sabiduría, se habían desviado de la verdad y estaban caminando hacia la carne y la perdición.

Pablo escribe estas palabras con la esperanza de que, por la providencia divina, muchos recapaciten y vuelvan del error en que han caído.

Querido lector, si en tu iglesia se enfatiza que necesitas hacer obras para ser salvo, o si te han dicho que debes ganar el cielo con obras de misericordia, te invito a reflexionar profundamente: ¿vas a terminar por la carne? Sal de allí. Vuelve al evangelio de la gracia, al evangelio de Cristo crucificado.