¿Cuánto cuesta a una familia un muerto causado por la guerra?

Por ello perdono a mis victimarios, porque tengo derecho a reconstruir mi existencia, a olvidar y buscar maneras de ser feliz.
Por Manuel Antonio Velandia Mora PhD
La guerra continúa y con ella el número de víctimas, con las victimas vivas, heridas o muertas se dispara una seri de situaciones que afectas a muchas personas, ls víctimas no solamente quienes recibimos directamente el daño, lo son también las personas que nos aman.
Los daños emocionales, que suelen ser irreparables, no se cuantifican. Yo, que sigo vivo luego de un atentado con granada, aún tengo crisis cuando escucho fuertes explosiones; incluso, las anunciadas como las de los fuegos artificiales, por más que le diga a mi cerebro lo que sucede, el temor es más fuerte que el disfrute. ¿Qué pasa con los hermanos, padres, hijos y demás familiares de las víctimas?
Para quien no ha sido víctima de la guerra pararse afuera de la realidad es fácil, pero yo que he trabajado con niños, niñas y adolescente víctimas del conflicto armado colombiano, sé el dolor que sus vidas arrastran.
Con la guerra no solo sufren las familias, también se transforman las relaciones sociales, las infraestructuras viales e incluso el paseo familiar o el turismo, que produce dividendos importantes a las ciudades y en consecuencia mejoras para todos. Los campesino tienen dificultades para vender sus productos y las ciudades no pueden abastecerse apropiadamente de ellos.
No me considero un cristiano practicante, pero sí creo en Jesús de Nazaret como un modelo de existencia. De él aprendí el amor activo, el amor que logra perdonar, y perdono además para ser practico, porque cuando odiamos es mayor el daño que cada uno de nosotros sufre que el que experiencia el ser odiado, que no siquiera conoce de nuestra emoción. Por ello perdono a mis victimarios, porque tengo derecho a reconstruir mi existencia, a olvidar y buscar maneras de ser feliz.
Prefiero a un ex-guerrillero disparando ideas en el Congreso que uno activo, secuestrando, asesinando, extorsionando. El país mejoraría si pensáramos en construir la Paz y no, en perpetuar el odio. Yo le apuesto a la paz, le apuesto a reconstruir el país y por supuesto al perdón y la reconciliación.
En Colombia se ha encontrado también que el perdón y la reconciliación son centrales en las ideas, las emociones y las prácticas de la gente sobre la paz, pues dichos mecanismos no sólo son beneficiosos para la relación víctima-victimario sino también para reconstruir la confianza, los tejidos rotos, y mejorar la convivencia en comunidad y sociedad (Alzate y Dono 2017; Denham et al. 2007;
Sé, como muchos otras personas, que se ha idealizado la idea de que todas las persona victimarias fueran a la cárcel y pagaran sus crímenes, pero también es claro que esa opción no es posible y que es la menos viable; la historia nos dice que muchos personas guerrilleras mueren en las filas, sin ser condenadas, pero si siendo activas en el daño que producen. Que pocas han sido condenadas y que sus penas terminan encogiéndose por buena conducta o porque estudian.
El perdón se define como un proceso mediante el cual la víctima, de manera voluntaria, supera sentimientos, pensamientos y comportamientos negativos hacia la persona perpetradora reemplazándolos por unos de carácter positivo; esto es fundamental porque si no logramos la resiliencia el dolor y el odio seguirán carcomiendo nuestros cerebros.
La reconciliación tiene como propósito construir y/o reparar los vínculos sociales que se han roto, y restablecer relaciones que conduzcan a la aceptación mutua, lo cual va desde lo interpersonal hasta lo grupal y, en general, se enfoca en la construcción de un futuro colectivo. De manera particular, en Colombia, el diálogo, la compensación por el daño, la voluntad de las partes y la mediación de un tercero son condiciones necesarias para que se generen escenarios de reconciliación.
El perdón y la reconciliación, que son fundamentales para poder construir la convivencia, se han transformado en una piedra en el zapato de muchas de las víctimas. A pesar de que ha demostrado que favorecen el bienestar psicológico y la salud emocional de las víctimas, parece existir una reticencia incluso a sentarse a comer con personas victimarias, lo he observado de primera mano.
Evidentemente casi nunca pensamos en otros daños, como el problema económico, que es muy grave si pensamos en todos los años que una persona puede dejar de producir y el bienestar y calidad de vida que la familia no percibe con la ausencia de su ser querido.
¿Ha pensado en estas situaciones, Usted que probablemente es una de los más de nueve y medio millones de víctimas del conflicto armado o al menos una persona familiar de al menos una víctima? Muy seguramente que sí, sin embargo, la economía se piensa con relación al resarcimiento económico, sin embargo, también es verdad que generalmente las indemnizaciones se transforman en dinero de bolsillo que se diluye rápidamente, sin lograr una transformación de otra índole en las personas, pues no contribuye, generalmente, a superar los hechos causados por la guerra.