Dios no es una aspirina.

“La oración no cambia la realidad, la oración cambia la manera de afrontarla”

Por. José Álvaro Cardozo Salas.

Desde hace unos años para acá, no más de 15 hemos visto una disparada grande en las enfermedades, en especial las que llamamos huérfanas, y se llaman así porque no se sabe su origen, su tratamiento y apenas se conocen por el nombre del científico o persona que la padeció o la descubrió, y es curioso cuando nos llega una prueba salimos o a culpar a Dios, o a buscarlo incesantemente para que de alguna forma nos devuelva la salud, o se haga el milagro esperado. Los milagros existen los hemos visto, los evangelios nos recrean con un buen número de manifestaciones, eventos, signos, pero requieren de una fe poderosa, fe que en el momento de la prueba no tenemos, y el milagrito no se nos da.

Exclamamos entonces ¡Dios no me oye ¡Mis amigos; Dios nos escucha siempre, sabe nuestras necesidades, nuestras angustias, él es infinitamente bueno, misericordioso, siempre nos perdona, de hecho, nos ha regalado un año jubilar, de perdón, de reconciliación, ¡basado en la esperanza que debemos fijar en el cielo!

Hay sitios donde nos referencian muchos milagros, en los grandes santuarios, Lourdes, Fátima, México con la guadalupana, pero me conmueve Medjugorje me dicen que el gran milagro que allá ocurre se llama conversión, y es a eso a lo que le apuntamos, a entender y conocer al padre como lo presenta Jesús, sabemos que Dios es padre no un hada madrina, o un genio metido en una botella que al frotarla sale a cumplir nuestros deseos y caprichos, Dios hace salir el sol para todos buenos y malos, depara las lluvias, y es por eso que Jesús nos enseña a confiar, a colocar todas las cosas en sus manos, para cumplir su voluntad. Muchas veces nos quejamos por la comida fría y cientos de personas deambulan por las calles sin tener nada para comer, cuantos trajes, zapatos, ropa que no nos ponemos y que otras personas necesitan, una vez mi hijo menor me sorprendió, llego descalzo del colegio, le pregunte asustado si le habían robado los zapatos, me dijo no papa, había un niño descalzo que calzaba igual que yo, entonces me pareció fácil regalárselos, que lección me dio este crio.

Nos falta mucho, pero aún estamos a tiempo, entender que Dios quiere lo mejor para nosotros y que a veces utiliza procedimientos que no me gustan para nada, pero que al final entendemos que son necesarios, experimentar el abandono de Dios es sentir su amor y que es lo que me conviene para la salvación de nuestras almas. Ánimo a mis amigos a seguir adelante, a doblar más las rodillas y mirar al cielo, confiar, y esperar, al fin y al cabo, estamos en sus manos.