El adviento y el misterio de la encarnación.

“El gran misterio de la Revelación es pues, en definitiva, la Encarnación de Jesucristo, donde la personalidad Divina de Jesús se manifiesta en una existencia humana, para ser Encarnación, Revelación y Salvación”
Por. José Álvaro Cardozo Salas.
No podía pasar por alto esta época de preparación a la navidad y contemplar uno de los protagonistas -quizás la mas importante- ya que sin su poderoso SI la humanidad entera no tendría la fortuna de un Dios humanado, salvador y redentor. Es ella la elegida; nuestra señora la Santísima Virgen María. Y es que se habla tanto de la anunciación de la encarnación, y el ángel tratando de explicarle el plan de Dios y de como ella accede, humildemente y se hace no solo la voluntad de Dios, sino que se convierte en su esclava, y lo manifiesta ella misma en el cantico del magníficat, “Me llamaran bienaventurada todas las generaciones”.
La experiencia de fe del cristiano se limita a creer por la tradición y lo consignado en las escrituras, pero como diría Estefano de Fiores (Mariólogo Italiano) “El misterio de la Encarnación, Alianza de la Gracia de Dios y la Voluntad de María radicados en la virginidad, entendida no tanto como un ideal de una humanidad intacta no contaminada y natural, más como actitud de disponibilidad absoluta e ilimitada al Dios de la Alianza, de tal manera que inspire la vida de todo cristiano, sea célibe o casado”. De este modo “El gran misterio de la Revelación es pues, en definitiva, la Encarnación de Jesucristo, donde la personalidad Divina de Jesús se manifiesta en una existencia humana, para ser Encarnación, Revelación y Salvación”. (cita tomada por el autor de la Declaración para la salvaguarda de la fe, de la Congregación para la doctrina de la fe, 27 de febrero de 1972). Pongámoslo en blanco y negro, la encarnación es el acto divino más importante después de la creación, es decir Dios mismo se encarna para salvar la humanidad y lo hace en una familia con el propósito de mostrarnos su rostro, su cercanía, vivió como uno de nosotros, conoció el cansancio, los dolores, el hambre, la traición, se compadece del sufrimiento y llora no solo con los acontecimientos y sus realidades, sino que se hace servidor de todos y nos traza el camino a seguir, evangelizar, predicar e ir al mundo entero a llevar la buena nueva.
Este legado lo recoge S. Juan Pablo II confirmando que la incomparable grandeza de la maternidad virginal ha consistido propiamente en el hecho de su cooperación generosa a la acción del Espíritu de amor, fuente de toda fecundidad, que se proyecta en la obra de la regeneración de los cristianos, lo que la constituye en tipo de la Iglesia. Tanto la exegesis tradicional como la actual, revelan un propósito de virginidad en las palabras de la Virgen, que la disponían a acoger la voluntad divina con todo su ser. Y esta respuesta de fe contiene una cooperación perfecta con la gracia de Dios que previene y acompaña, en una disponibilidad igualmente perfecta a la acción del Espíritu Santo, encontrando una relación directa entre la virginidad y la cooperación al plan de salvación.
Que hermoso y eso que apenas nos asomamos en un milímetro de profundidad de todo lo que es este gran misterio de Dios para la humanidad y que apenas podemos medio entender ese acto sublime de Dios para nuestra pobre realidad marginada por el pecado y la desobediencia, María es la maestra de la fe, de la sumisión a la voluntad divina, ella la bella criatura con su si no solo nos da la vida, sino que nos nutre con la gracia que derraman sus manos a borbotones y que Dios en su infinita misericordia quiso hacer de ella depósito de esa gracia salvadora.
El consentimiento de María no fue solo de palabras, sino de hechos; es un acontecimiento nupcial que implica la propia autenticidad. Virginidad entendida como integridad y posesión armoniosa de sí, es pureza del corazón. Como lo afirma Mozzanti, así que estamos de frente a la realidad de un sí, de un regalo, por eso esta navidad a la cual nos estamos preparando por 4 semanas de adviento, es para ahondar en este misterio de amor, en la grandeza de María y en su disposición a cumplir la voluntad divina. De las letanías a la Virgen, me quedo con dos, María Trono de sabiduría y María causa de nuestra alegría, desde muy pequeño mis padres me ensañaron a amarla, en el colegio de los hermanos Maristas me enseñaron a conocerla, y en las tantas lecturas, rosarios, experiencias místicas, me ha dejado cautivo, me he consagrado una y otra vez a su inmaculado corazón y de allí no pienso salir hasta que ella y su esposo vengan por mi, al encuentro con su adorado hijo, esa es mi mayor esperanza, lo he pedido y creo que se me va a dar, que alegría, así que los invito a seguir preparándose en estas dos semanas que nos quedan para que en estos corazones albergue Jesús vivo y presente en la eucaristía.