El jubileo de la esperanza

“Ahora ha llegado el momento de un nuevo Jubileo, para abrir de par en par la Puerta Santa una vez más y ofrecer la experiencia viva del amor de Dios, que suscita en el corazón la esperanza cierta de la salvación en Cristo”
Por. José Álvaro Cardozo Salas.
Este año 2025 tiene un regalo particular la iglesia universal, celebramos el jubileo. La palabra “JUBILEO” proviene de la palabra hebrea “YOBEL” que se refiere al cuerno de carnero que los judíos usaban como trompeta para llamar a una fiesta. De ahí que, para la Iglesia, la convocatoria a un AÑO SANTO reviste las características de un JUBILEO, es decir, una GRAN FIESTA. Por eso lo llamamos AÑO SANTO JUBILAR. En la Iglesia Católica, el concepto de jubileo, o “año santo”, se ha utilizado para instituir años especiales dedicados al perdón y la reconciliación. El primer jubileo fue declarado por el Papa Bonifacio VIII el 22 de febrero de 1300 (Fiesta de la Cátedra de San Pedro), con el fin de marcar el comienzo de ese siglo. En 1350, Clemente VI estableció que se celebraran cada 50 años. En 1470, (Papa Pablo II) se decidió que se celebraran cada 25 años, para que cada generación pudiera participar en al menos un Jubileo.
Hace 25 años vivimos el ultimo jubileo, con el papa San Juan Pablo II se celebraba el fin del segundo milenio del cristianismo, y tenía un significado particular “El nacimiento de Jesús” detrás de estos jubileos vienen unas indulgencias y para ganarlas se necesitan ciertas condiciones, confesarse, comunión, oración por el papa, y la renuncia al pecado, de paso visitar una iglesia jubilar.
Recuerdo que los retiros del clero de Roma fueron dictados por el cardenal Vhan Thuan, prefecto de la congregación de la justicia y de la paz, el santo padre le pidió al cardenal que los hiciera, quien inicialmente se negó por sus cortos estudios teológicos, el papa le dice que cuente su experiencia en una cárcel comunista de Vietnam durante 13 años en total aislamiento, producto de este retiro salió el libro Testigos e esperanza, no dejen de leerlo.
«Spes non confundit», «la esperanza no defrauda» (Rom 5,5). Bajo el signo de la esperanza el apóstol Pablo infundía aliento a la comunidad cristiana de Roma. La esperanza también constituye el mensaje central del próximo Jubileo, que según una antigua tradición el Papa convoca cada veinticinco años.
Que pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, «puerta» de salvación (cf. Jn 10,7.9); con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como «nuestra esperanza» (1 Tm 1,1). El Año Santo 2025 está en continuidad con los acontecimientos de gracia precedentes. En el último Jubileo ordinario se cruzó el umbral de los dos mil años del nacimiento de Jesucristo. Luego, el 13 de marzo de 2015, se convocó un Jubileo extraordinario con la finalidad de manifestar y facilitar el encuentro con el “Rostro de la misericordia” de Dios, anuncio central del Evangelio para todas las personas de todos los tiempos. Ahora ha llegado el momento de un nuevo Jubileo, para abrir de par en par la Puerta Santa una vez más y ofrecer la experiencia viva del amor de Dios, que suscita en el corazón la esperanza cierta de la salvación en Cristo. Al mismo tiempo, este Año Santo orientará el camino hacia otro aniversario fundamental para todos los cristianos: en el 2033 se celebrarán los dos mil años de la Redención realizada por medio de la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús. El Jubileo ordinario se clausurará con el cierre de la Puerta Santa de la Basílica papal de San Pedro en el Vaticano el 6 de enero de 2026, Epifanía del Señor. Que la luz de la esperanza cristiana pueda llegar a todas las personas, como mensaje del amor de Dios que se dirige a todos. Y que la Iglesia sea testigo fiel de este anuncio en todas partes del mundo. La esperanza, junto con la fe y la caridad, forman el tríptico de las “virtudes teologales”, que expresan la esencia de la vida cristiana (cf. 1 Co 13,13; 1 Ts 1,3). En su dinamismo inseparable, la esperanza es la que, por así decirlo, señala la orientación, indica la dirección y la finalidad de la existencia cristiana. Aprovechemos este regalo que nos da la iglesia para perdonarnos, vivir la misericordia con los más necesitados y no perder la esperanza de un mundo más justo que tenga el ADN de Cristo que es la misericordia divina que brota a borbotones dese su corazón y que nos espera en los sagrarios para dejarse amar por él.