¿Es Cristo ministro de pecado?

El error de confiar en las obras
¿Te has puesto a pensar que cuando combinas la fe y las obras conviertes a Cristo en ministro de pecado?
Eso fue lo que hizo el apóstol Pedro con su actitud judaizante en el capítulo dos de la carta a los Gálatas. Por eso Pablo lo increpa y le dice:
“Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿Es por eso Cristo ministro de pecado? De ninguna manera” (Gálatas 2:17).
Cuando llegaron a Antioquía algunos judíos enviados por Jacobo, el hermano del Señor, y pastor de la iglesia de Jerusalén, Pedro, por temor a ellos, comenzó a retraerse. Dejó de compartir y comer con los gentiles (no judíos) de la iglesia. Desde entonces solo compartía con los judíos, siguiendo las reglas de la ley de Moisés respecto de los alimentos que se podían comer o no y las costumbres en la mesa.
Dicha actitud del apóstol, provocó confusión, e hizo presión para que los cristianos no judíos comenzaran a judaizar (esto es, seguir las leyes de Moisés).
Para frenar lo que estaba pasando Pablo enfrenta a Pedro públicamente y lo invita a considerar que si la salvación fuera por cumplir la ley de Moisés, ellos al buscar ser justificados en la obra de Cristo, serían hallados pecadores, y Cristo un ministro de pecado, porque al asegurar que la salvación es solo por la fe en Él, sin las obras de la ley (Juan 3:16) y al argumentar que solo Él, y no la ley, había vencido al mundo, la muerte y el pecado (Juan 16:33), habría mentido y estaría guiando a sus discípulos a pecar.
Pero no solo eso. Esto convertiría a Jesús en un pecador. Dejaría de ser santo. No sería Dios. Se trataría solo de un humano más que, al igual que Adán, falló al pacto y pecó.
Todo esto debería hacer reflexionar al apóstol Pedro y a los lectores de la carta que estén contemplando a adoptar las costumbres judías.
Pero como es imposible que Cristo sea un ministro de pecado, Pablo concluye su argumento diciendo: “de ninguna manera”(Gálatas 2:17)
Cristo, al ser hijo de Dios, no es pecador ni mentiroso. Él es la máxima revelación de Dios (Hebreos 1:1). Su enseñanza no solo es verídica, ha sido soplada directamente por el Padre (Juan 12:49). Por eso, si Él afirma que la salvación es por la fe, sin las obras de la Ley, lo único que podemos hacer, mi estimado lector, es creerle.
Por tanto, mezclar la ley o las obras con la fe, es no creerle a Cristo, e indirectamente llamarlo mentiroso y “ministro de pecado”, lo cual es una blasfemia.
Tú dirás en este punto que quizás esto no tiene nada que ver contigo, porque no estás judaizando. Pero si eres de los que cree que debe hacer buenas obras para ser salvo, o que por tus buenas acciones te ganas el cielo, caes en el mismo error de los judaizantes, no le crees a Cristo, e indirectamente lo llamas mentiroso y ministro de pecado.
Por tal razón, mi estimado lector, no confíes en tus obras para la salvación de tu alma. Pon tu confianza solo en la obra de Cristo.