¿Estás crucificado con Cristo?

La crucifixión del pecador

Hay una verdad central en el evangelio: el que no esté crucificado con Cristo no entrará en el reino de los cielos.

Las religiones no salvan; el que salva es Cristo. Si no estás crucificado con Él, no estarás en la eternidad delante de su presencia.

Pablo entendía esto y, a las iglesias de Galicia, que estaban rechazando a Jesús por buscar la salvación por medio de la ley, les dice:
“Con Cristo estoy juntamente crucificado” (Gálatas 2:20).

¿Qué quiere decir Pablo? ¿Cómo es posible estar crucificado con Cristo?

En la carta a los Colosenses, capítulo 2, versículos 10 al 12, y en la carta a los Romanos, capítulo 6, el apóstol explica que el creyente, por la fe, está unido al Hijo en su muerte y resurrección. Dicha unión se representa en el bautismo.

El bautismo no salva, como afirman algunos. Solo es la representación visible de la unión del creyente con el Mesías en su muerte y resurrección.

Quien, por la fe, está crucificado con Cristo también, junto con Él, está muerto para la ley. ¿Cuál ley? La que Dios entregó al pueblo por medio de Moisés y que se puede leer en Éxodo, Levítico y Deuteronomio.

Esta representa la justicia de Dios y es la regla con la cual el Padre juzga a este mundo. Para ser cumplida, demanda santidad del hombre, lo cual es imposible. Desde Adán, el ser humano es pecador y merecedor del castigo de la ley. ¿Cuál es el castigo? La muerte y la condenación en el infierno.

Pero Dios, que es amor, envió a su Hijo al mundo a morir, para que “todo el que en Él cree no se pierda” (Juan 3:16), no sea condenado, sino salvado.

Todo el que, por la influencia del Espíritu Santo, pone su fe en Cristo es unido a Él en su muerte. Es como si estuviera crucificado con Él.

Por tanto, en Cristo, el creyente, por la fe, muere y satisface la demanda de justicia de la ley de Dios, que exige la muerte del pecador.

De tal manera que el que está crucificado con Cristo ya no debe nada a la justicia de Dios, está libre de ella y tiene acceso, de nuevo, al paraíso y a la vida eterna en la presencia del REY.

Estar muerto con Él también significa morir constantemente al yo, batallar todos los días contra nuestras inclinaciones y deseos pecaminosos y morir a los placeres e ideologías de este mundo que se oponen a Dios.

Por tanto, mi estimado lector: ¿Estás crucificado con Cristo?

Edward Andrés Díaz Reina
Comunicador Social y periodista
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