La gula y otros males de nuestro tiempo.

“Dime cómo comes, y te diré qué alma posees”

Por José Álvaro Cardozo Salas.

En la catequesis del Papa Francisco de esta semana se refirió a la gula, uno de los siete pecados capitales, en una meditación sobre el tema en mención durante la Audiencia General celebrada en el Aula Pablo VI. Inspirándose en el Evangelio, acotó que, en las bodas de Caná, el primer milagro de Jesús revela su simpatía por las alegrías humanas: se preocupa de que la fiesta termine bien y regala a los novios una gran cantidad de buen vino. A lo largo de su ministerio, dijo el Pontífice, Jesús aparece como un profeta muy distinto del Bautista: si Juan es recordado por su ascetismo -comía lo que encontraba en el desierto-, Jesús es, en cambio, el Mesías que vemos a menudo en la mesa. “Su comportamiento suscita escándalo, porque no solo es benévolo con los pecadores, sino que incluso come con ellos; y este gesto demostraba su voluntad de comunión y de cercanía con todos”.

Pero el Obispo de Roma observó que también hay algo más: aunque la actitud de Jesús ante los preceptos judíos nos revele su plena sumisión a la Ley, se muestra comprensivo con sus discípulos: cuando son sorprendidos in fraganti porque tienen hambre y recogen unas espigas el día de sábado, los justifica, recordando que el rey David y sus compañeros, pasando necesidad, también habían transgredido un precepto (cf. Mc 2,23-26). “Pero, sobre todo, Jesús, con una hermosa parábola, afirma un nuevo principio: los invitados a la boda no pueden ayunar cuando el novio está con ellos; ayunarán cuando el novio les sea quitado. Ahora todo es relativo a Jesús. Cuando él está en medio de nosotros, no podemos estar de luto; pero a la hora de su pasión, entonces sí, que ayunemos (cf. Mc 2,18-20). Jesús quiere que estemos alegres en su compañía -Él es como el esposo de la Iglesia-; pero también quiere que compartamos sus sufrimientos, que son también los sufrimientos de los pequeños y El Papa precisó que Jesús deja claro que lo malo de un alimento no es el alimento en sí sino la relación que tenemos con él. “Y nosotros lo vemos cuando una persona tiene una relación desordenada con la comida, vemos cómo come, de prisa, con ganas de saciarse y nunca se sacia, no tiene una buena relación con la comida, es esclavo de la comida”, añadió. “Y Jesús valora la comida, el comer incluso en sociedad, en las comidas sociales donde se manifiestan tantos desequilibrios. Según el Santo Padre, la comida es la manifestación de algo interior: “la predisposición al equilibrio o a la desmesura; la capacidad de dar gracias o la arrogante pretensión de autonomía; la empatía de quien sabe compartir la comida con los necesitados, o el egoísmo de quien lo acumula todo para sí mismo”. “Esta pregunta es muy importante. Dime cómo comes, y te diré qué alma posees. En nuestra forma de comer revelamos nuestro interior, nuestros hábitos, nuestras actitudes psíquicas y tantas patologías”, la gula es la locura del vientre conocido como gastrimargia.

Toda esta catequesis me lleva a reflexionar sobre lo que vivimos la “gula espiritual”, algunos rayados al extremo, en nuestra iglesia y fuera de ella, la soberbia espiritual y otros males que a diario vivimos, a veces no somos testimonio de lo que predicamos, no va en concordancia con la realidad y las necesidades del mundo, lleno de realidades de miseria, hambre, desplazamiento, abortos, muerte, nos acomodamos a la misa diaria, al rezo del rosario, al ayuno, y tantas prácticas loables, ¿y mi hermano??? esta reflexión del papa me cuestiona en el desenfrenado consumo no solo de comida, también de pornografía, de lujuria, de cosas a veces in necesarias no hay una compasión de lo que vemos, ya nos acostumbramos tanto a la muerte, que estamos muriendo espiritualmente sin percibirlo siquiera, y cuando nos tocan el tema, nos cuestiona; pero de ahí no pasa.

Hace mas 20 años cuando vivía en Ibagué mi amigo Fernando Guevara junto con  un pastor de la iglesia del ejército de salvación armaron un pequeño comedor llamado; “la sopita”, donde se entregaba un caldito caliente de lo mas de rico, y sus comensales los habitantes de calle, prostitutas, ladrones, hacían una fila ordenada para recibir los alimentos, después de una corta oración y de comer un plato caliente agradecían a sus servidores el trato especial, la mejor sonrisa en sus rostros, que para mí fue una escuela, de servicio, a aquellos que nos precederán en el reino de los cielos, aquellos que con sus caras agradecidas me enseñaron lo acomodado que estaba en mi gula espiritual.