Nuestro físico es débil, pero el señor nunca abandona

“Ver a Francisco apagarse, es sentir la parte humana de Jesús, un hombre que se ha parado de frente a recordarnos muchas cosas”

Por. José Álvaro Cardozo Salas.

Se cumple algo mas de un mes que el papa Francisco está en la clínica, en el hospital Gemelli, aún recuerdo aquel 13 de mayo cuando su santidad San Juan Pablo II era llevado de urgencias después de su atentado en la plaza de san Pedro, veo las imágenes de la TV cuando alcanza a entregar una niña que le habían pasado para cargarla, y se ve de entre la multitud una mano con una pistola disparándole a su abdomen, nos pusieron a todos de rodillas a orar para salvar su vida, cada que un “Pedro” enferma de gravedad la iglesia ora por él, así debe ser, y no solo con el papa de turno, también con todas las personas que nos piden oración, basta pasearse por las clínicas y hospitales, ancianatos, orfanatos, incluso en las casas de nuestra comunidad, cientos de personas postradas; algunos por años, con enfermedades “huérfanas” o desconocidas para la ciencia, ver y reconocer a Cristo en cada uno de estos pacientes, es el gran reto.

Leyendo la biografía de San Juan Bautista Vianney “El cura de Ars” nos narra cuando un campesino de su parroquia se quedaba buenos ratos frente al santísimo contemplándolo, mirándolo, una tarde se le acerco y le pregunto que era lo que hablaba con Jesús, el le respondió que lo único que hacia era mirarlo, “Y yo lo miro y el me mira” y en eso me la paso cuando vengo a verlo. La foto que publico el vaticano ayer frente al sagrario con un papa viejo, cansado y enfermo, me hizo recordar ese pasaje del cura de ARS como en la enfermedad se callan las palabras y aparecen los miramientos, las contemplaciones, el abandono. Nuestro físico está débil, dice Francisco, “pero incluso así nada puede impedirnos amar, rezar, entregarnos, ser los unos para los otros, en la fe, señales luminosas de esperanza”.

Y mas aun cuando pasamos por un año de gracia y bendición en el año santo Jubilar “¡Cuánta luz brilla, en este sentido, en los hospitales y en los centros de asistencia! ¡Cuánta atención amorosa ilumina las habitaciones, los pasillos, los ambulatorios, los lugares donde se prestan los servicios más humildes!”

En este momento de desconcierto donde la especulación y el pánico se apodera de nuestros pensamientos, se pierde el sueño, la esperanza, la fe se pone a prueba, no solo para el paciente, también para los que los acompañan, la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, hay un profundo sentimiento de tristeza, de desolación, es aquí donde empiezan los amores, donde somos probados en el crisol del desierto tanto espiritual como corporal.

En estos tiempos de cuaresma cuando nos preparamos para los misterios de la pasión, muerte y resurrección, vemos como las escrituras nos van llevado de la mano hasta el calvario, como nuestro señor percibe el odio, la envidia, la cizaña entre los fariseos y los doctores de la ley; que buscan como capturarlo, juzgarlo y darle muerte, tantos momentos que experimenta el mismo Jesús, incluso de traición, nuestro señor experimentó toda la miseria humana, la soberbia de sus enemigos, en una sociedad como la actual confundida y gobernada por el mismo demonio, hoy Jesús sigue siendo clavado en cruz, en la cruz de los abortados, de los migrantes, de la desigualdad, de las esperanzas muertas.

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, y en esto Dios si que es especialista, Dios padre nunca abandono a su hijo, lo anuncio en el bautismo, en la transfiguración, se hizo sentir en la noche trágica del huerto de los olivos, cuando fue capturado y traicionado, fue entregado a sus verdugos, a esto es lo que nos enfrentamos en esta semana mayor que ya se nos aproxima.

Ver a Francisco apagarse, es sentir la parte humana de Jesús, un hombre que se ha parado de frente a recordarnos muchas cosas, el olor a ovejas en los pastores, el cuidado de la casa común para todos, la espiritualidad del desierto en el abandono a su voluntad, a mirar a los mas necesitados, a gritar las injusticias de las masacres, de las deportaciones, de la pobreza, tenemos la necesidad impetuosa de ir detrás de sus enseñanzas, de orar no solo por su salud, también por una iglesia acomodada que quiere mirar para otro lado, con una situación tan infinitamente injusta. Dios nos perdone y nos de su Espíritu Santo para entender la urgente necesidad de vivir por los demás, sobre todo por los mas necesitados, aprovechemos la “ganga” de este año santo.