Petro vs Trump y cómo se vende un presidente

Columna, Pido la Palabra
Ricardo Cadavid
Hace solo 48 horas estuve tentado de escribir una columna satírica por el conflicto desatado con Estados Unidos por culpa de nuestro presidente twittero. Listé las consabidas burlas irreverentes: que Petro confunde gobernar con reformar, que pretende reformar hasta la Vía Láctea, que su enfrentamiento con el imperio gringo me recuerda al delirio mesiánico de Israel que llevó a los judíos a levantarse contra Roma hace dos mil años hasta que los borraron del mapa.
Mi lista de burlas incluía una frase de Petro gritando (a lo Milei) “Viva la dignidad Carajo”, “Que los devuelvan como se fueron”, así que me imaginaba el retorno de 15 mil inmigrantes mojando su espaldita en el Río Bravo, caminando por desiertos, matando mosquitos en el Darién y finalmente, abordando un Expreso Bolivariano… peor escenario de maltrato no podría existir.
Estaba haciendo mi lista de injurias contra semejante Petardo y de pronto, como si fuera una epifanía, empecé a pensar en las cosas que han pasado en los últimos cuatro días. Para empezar, se nos olvidó por completo la desgracia del Catatumbo y sus más de 32 mil desplazados, miles viviendo en escenarios deportivos en Cúcuta y sin siquiera poder bañarse, pero gracias a las flores amarillas del último de los generales Buendía (según escribió Petro en X), se nos olvidó el Catatumbo.
Luego escuché el cuentico de que, gracias a intrincados procesos dialécticos, el ELN se convirtió en su antagonista, en su enemigo, es decir, ya no es un grupo guerrillero mamerto con tentáculos en las universidades públicas del país, sino una caterva de criminales de derecha, paramilitares y uribistas. La recua de iluminados de izquierda está convencida de que así es, porque lo dice su mesías, baluarte de la dignidad nacional, que invitó a Trump a tomar whisky, pese a su gastritis.
Simultáneamente sancionó un decreto revanchista, con enorme impacto sobre grandes obras de infraestructura de esta nación; pero no nos importó, gracias al barullo de que “Colombia es el corazón del mundo, el pueblo de los vientos, de las montañas, del mar Caribe”.
Pero lo que más me sorprendió, es que su precandidato presidencial, el canciller Murillo, a quien pocos conocen, pese a los importantes cargos que ha ocupado en varios gobiernos y campañas, de repente aparece como salvador de la debacle nacional, el que restituyó el orden perdido, las relaciones internacionales, la confianza en la institucionalidad. Hoy, todos los colombianos sabemos que existe Murillo y ya empiezan los medios a difundir que se retira del gobierno disgustado con Petro, tomando la distancia prudente que requieren las elecciones que se avecinan y en las que, todo lo que huela a Petro huele a azufre (como sucedió con Uribe en su momento, porque son igualiticos).
Dirán que soy paranoico y exagerado, que no es posible poner a Colombia en tal escenario de crisis internacional para vendernos un pre candidato presidencial; pero debo recordarles que hace apenas tres años, el hoy presidente subió al poder gracias a la conflagración de un estallido social que fue planificado y aprovechado hasta la última gota de gasolina que pudieron inyectarle.
El Twitter largo de Petro está lleno de referencias a los hermanos negros y latinos en barricadas, que deberían trabajar unidos por la libertad, lleno de campesinos negros, de esclavistas blancos, de herederos de Lincoln, de sangre del califato de Córdoba, es decir: ¡Somos Afros!
Camaradas; en solo cuatro días olvidamos el Catatumbo, nos cambiaron el discurso sobre los elenos, nos clavaron un decreto y nos metieron un pre candidato presidencial hasta el fondo y sin vaselina; profundo… como la “Colombia profunda”.
profunda”.