¿Por obras o por fe?

El Espíritu no se gana
Edward Andrés Díaz Reina
Cuando una persona piensa en agradar a Dios o estar en comunión con Él, suele creer erróneamente que debe hacer obras. Piensa que, mediante sus acciones, obtendrá el favor de Dios y el don de la vida eterna. Pero eso no es verdad.
En las iglesias de Galacia ocurría algo similar. Los creyentes, después de haber sido instruidos por Pablo en el evangelio de Jesucristo, comenzaron a pensar que necesitaban hacer obras para acercarse a Dios y obtener la vida eterna. Por eso el apóstol, en el pasaje que meditamos hoy, los invita a reflexionar con esta pregunta:
“Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?” — Gálatas 3:2 (RVR1960)
El Espíritu al que Pablo se refiere es el Espíritu Santo, con todos sus dones, incluyendo la regeneración y la fe. Porque la fe no proviene de la voluntad humana: nosotros no la producimos por nosotros mismos. La fe es un don de Dios (Efesios 2:8–9), otorgado por medio del Espíritu Santo.
Del mismo modo, la regeneración —el nuevo nacimiento espiritual— tampoco es provocada por la persona. Sucede cuando el Espíritu de Dios desciende sobre alguien y transforma su corazón: de uno que no busca a Dios, a uno que lo ama tanto que anhela vivir en santidad para glorificar su Nombre. Esto es lo que Jesús explicó a Nicodemo en Juan 3.
Volviendo a Gálatas, cuando Pablo pregunta si recibieron el Espíritu por las obras de la ley o por el oír con fe, está guiando a la iglesia a una profunda reflexión sobre su conversión. ¿Fueron las obras las que provocaron que la Tercera Persona de la Trinidad habitará en ellos y los hiciera nacer de nuevo? ¿O fue al oír con fe?
La frase “oír con fe” se refiere a oír la predicación del evangelio. Si lo expresamos en un lenguaje más sencillo, el apóstol está preguntando:
¿Recibiste el Espíritu Santo por hacer obras o por oír la predicación del evangelio de Jesucristo?.
Esa era la pregunta que los cristianos de Galacia debían hacerse. Y la respuesta correcta es que habían recibido el Espíritu —con todos sus beneficios— por haber oído evangelio, no por sus obras.
Este versículo sigue siendo profundamente relevante hoy. Muchas personas creen que para estar en comunión con Dios y ser salvos necesitan hacer obras, pero eso no es verdad. La comunión con Dios depende de la obra de Cristo en la Cruz y de la presencia del Espíritu Santo en el creyente, no de las obras.
No necesitas hacer obras para mantener al Espíritu de Dios en tu interior; más bien, las obras son la evidencia de que el Espíritu Santo habita en ti. Por eso Santiago dice: “Yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2:18).
Las obras son fruto, no raíz. Son el resultado visible de una fe viva, de una comunión verdadera con Dios y de una salvación ya recibida.
Así que, mi estimado lector, cuando te sientas inseguro o tentado a “hacer obras” para ser aceptado por Dios, recuerda Gálatas 3:2. Vuelve al evangelio. Recuerda que fuiste salvo, no por tus méritos, sino por la obra perfecta de Cristo en la cruz y por la obra poderosa del Espíritu en tu corazón.
Descansa en esa verdad.
¡Que Dios te ayude!
Edward Andrés Díaz Reina
Comunicador Social y periodista
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