Todo con la inmaculada, nada sin ella.

“Concédeme alabarte, Virgen santa, concédeme alabarte con mi sacrificio. Concédeme por ti, solo por ti, vivir, trabajar, sufrir, gastarme, morir”.
Por. José Álvaro Cardozo Salas.
Se conmemora esta semana que termina dos fiestas muy importantes, la celebración del Dogma de la Asunción de María santísima a los cielos declarada por el para Pio XII el 1 de noviembre de 1950, pero cuya fiesta se celebra el 15 de agosto por calendario litúrgico, se cumplen 74 años de esta fiesta. La otra también importante es la de San Maximiliano Kolbe, la vida de Maximiliano es de esas vidas de leer y aprender al desprendimiento de lo que somos, sin apegos solo buscando la voluntad de Dios, Maximiliano fue un fraile franciscano conventual polaco que murió voluntariamente en lugar de Franciszek Gajowniczek en el campo alemán de concentración de Auschwitz, en la Polonia ocupada por los nazis durante la segunda guerra mundial. Fue un activo promotor de la veneración al Inmaculado Corazón de María. Fundó y supervisó la llamada “Ciudad de la Inmaculada”, un complejo religioso cerca de Varsovia, con un monasterio, un seminario, una editorial y una estación de radioaficionados. De hecho, es considerado como el primer gran apóstol de la comunicación moderna.
Un día mientras rezaba le pidió a nuestra señora le mostrara lo que sería de él. Entonces, la virgen se le apareció sosteniendo en sus dos manos dos coronas, una blanca (representando la pureza) y otra roja (el martirio), y le pregunto si estaba dispuesto a elegir alguna de ellas. El sin dudarlo respondió que aceptaba ambas. Fundo un convento conventual en Niepokalanow, cerca de Varsovia lugar donde instituye “La adoración perpetua”, además tenía la virtud de no empezar una tarea sin antes realizar un acto de adoración al santísimo sacramento.
En 1939 Alemania invade Polonia y el convento empieza a recibir refugiados, varios de ellos judíos, dos años mas tarde es arrestado junto con 4 frailes y poco después enviado a Auschwitz en donde arriesgando su vida, confiesa, predica a sus compañeros. A finales de julio, un prisionero logra escapar del campo de concentración, por lo que, el comandante, en represaría elige 10 hombres a fin de matarlos lentamente de hambre. Uno de ellos llamado Franciszek Gajowiczek, suplica al alemán le perdone la vida ya que tiene esposa e hijos. Para sorpresa de todos, el padre Kolbe se ofrece a ocupar su lugar por lo que es encerrado, con los otros 9 prisioneros, en un bunker. Después de casi dos semanas sin recibir ni agua ni alimentos, Kolbe continuaba vivo por lo que le fue aplicada la inyección letal. Era el 14 de agosto de 1941, víspera de la Asunción de la santísima virgen maría, a quien Kolbe deposito, en todo momento su entera confianza.
Este mártir nos deja grandes enseñanzas, que nos dejemos guiar por las manos de nuestra señora, con la certeza que no hay nadie que haya acudido a ella sin que no haya sido escuchado. Y así podamos decir como lo manifestaba “Veo a María en todas partes, no veo dificultad en ninguna parte.
El padre Maximiliano rezo así hasta el final: “Concédeme alabarte, Virgen santa, concédeme alabarte con mi sacrificio. Concédeme por ti, solo por ti, vivir, trabajar, sufrir, gastarme, morir”.
El papa Pablo VI lo declaro beato en 1971, y fue canonizado por San Juan pablo II su paisano el 19 de julio de 1982, quien en su homilía manifestó” Maximiliano Kolbe hizo como Jesús, no sufrió la muerte, sino que dono la vida”
En 2016 el 19 de julio el papa Francisco visito la llamada “Celda del hambre” donde fue encerrado el santo, con ocasión de la Jornada Mundial de la juventud realizada ese año en Polonia.
Me cautiva lo que hizo el santo, de lo que logró con su donación sin importar ofrecer su vida misma, cuantas veces hemos tenido la oportunidad de servir, de ayudar, de dar y nos hemos negado, acomodados a nuestros apegos, a perder lo que con tanto sacrificio hemos conseguido, por eso seguir a Jesús es tan difícil, vivir el evangelio es todo un reto que sobrepone los deseos del hombre, nuestra soberbia, orgullo y vanidad, quizás no nos dejan avanzar en buscar la santidad. Queremos ser santos, queremos ir al cielo, queremos ser buenos, pero la locura del evangelio sobre pasa lo imaginado, va más allá de lo que pensamos. Un adorador como Kolbe nos muestra la ruta, María, Jesús eucaristía, donarse y el cielo.