¿Vives tú o vive Cristo en ti?

Tu condición en Cristo.
No puedes decir que eres cristiano si Cristo no vive en ti. Nos hemos acostumbrado a decir que somos cristianos porque profesamos tal o cual religión. Pero, mi estimado lector, si no estás crucificado con Jesús, como expresé en mi columna anterior, y si Él no vive en ti, entonces no eres un cristiano ni eres salvo, sin importar la religión que profeses.
El cristianismo no se trata de religiones, se trata de Cristo y, si Él no vive en ti, estás muerto para Dios en tus pecados.
Pero entonces, ¿qué quiere decir el apóstol con “Ya no vivo yo, Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20)?
Pablo y Saulo, quienes son la misma persona, nos ayudarán a entender esto.
Saulo era un hombre malvado y perseguidor de la iglesia. Pensaba salvarse por medio de sus obras, como hacen hoy algunos que se dicen cristianos (Hechos 9). Él creía que perseguir a los seguidores de Jesús, arrastrarlos a la cárcel y consentir su muerte era una obra que agradaría a Dios y le ayudaría a ganarse el cielo.
Este Saulo es el viejo hombre del que el apóstol habla en Romanos 6:6-8. Ese hombre murió, como dice el pasaje de Romanos citado. De él es de quien el apóstol dice: “Ya no vivo yo”.
Cuando Jesús se le apareció a Saulo en el camino a Damasco (Hechos 9:3-5), el hombre murió y nació Pablo. Esto es el nuevo nacimiento del que Jesús habló con Nicodemo en Juan 3:3, el cual no es voluntario, sino provocado por el Espíritu Santo de Dios en el hombre.
Pablo es el nuevo hombre en quien reside la presencia de Dios por medio del Espíritu Santo. Y esto no sucede solo en el apóstol; en todos los creyentes reside el Espíritu Santo de forma permanente (Romanos 8:9; 1 Corintios 6:19-20). En Gálatas él se refiere a esta morada del Espíritu, diciendo: “Vive Cristo en mí”, porque el Mesías mora en el creyente por medio del Espíritu Santo, el cual es enviado por el Padre y por Él.
Es el Espíritu Santo el que llevó a Pablo y ha llevado a todos los creyentes a lo largo de la historia de la humanidad a rendirse completamente al señorío de Cristo en su vida, a luchar o morir cada día contra su pecado, a esforzarse por vivir según la voluntad de Dios y a predicar el evangelio, aun a costa de sus propias vidas.
Mi estimado lector, por favor, analiza tu vida. ¿Puedes decir, al igual que Pablo, “Ya no vivo yo, vive Cristo en mí”? No hablo de que tengas una vida perfecta, sino que revises si Cristo es el Señor de tu vida, si tu viejo yo ha muerto y el que vive ahora se esfuerza, con la ayuda del Espíritu Santo, por vivir para la gloria de Dios.
¡Que Dios te ayude!